Un día de semana santa, un jueves santo por la tarde un muchacho caminaba sin rumbo por lugares que hace tiempo no visitaba. Su mente divagaba y nada le llamaba la atención solo caminaba y pensaba para si mismo sin importarle nada ni nadie. En su mente había esa personita especial y como si el destino no fuera casualidad se cruzaron en un momento. De un momento a otro estaban caminando y conversando juntos por casi una hora. La conversación giraba en torno al momento, ningún tema importante o novedad surgía, hasta que se sentaron a conversar de manera más tranquila luego de una breve y entretenida caminata.
Él sentía algo fuerte por ella, pero pensaba que ella lo veía como amigo por eso no intentaba nada más. Mientras la conversación fluía, de la nada sucedió algo que lo confundió y puso nervioso. Su forma de hablar y de sonreír habían cambiado; vamos un hombre enamorado se da cuenta de eso siempre cuando la chica de sus sueños sonríe de una manera u otra; si uno no sabe identificar ello pues realmente no se está enamorado. Él presentía algo bueno que lo ponía intranquilo sin motivo alguno. Luego sus miradas se cruzaron de un momento a otro y los ojos hablaron. Él se sintió tan nervioso que intentó besarla y lo consiguió. Al final, ella no rechazó el beso pero cuando terminó el mismo no hubieron palabras tampoco hubo esa salida forzosa solo se quedaron ahí nerviosos pensando en lo sucedido. Luego empezaron a caminar mientras él buscaba su mano que la sentía cada vez más lejos. A veces esta situación incomoda desespera pero en algún momento se tenia que romper el hielo.
Antes de despedirse, él pidió retomar el tema y ella se sentía algo avergonzada. Él confesó sus sentimientos para que no piense mal a lo que ella también confesó con mucho miedo porque no quería pensar que pasaría si luego de estar terminasen mal, es decir, como quedaría su amistad luego de la relación amorosa que tendrían. Él no sabía que responder, luego de un silencio incomodo le dijo que se podrían arrepentir si no lo intentaban o que ambos podrían vivir con la duda del que hubiera pasado. Ella no quiere arriesgar pero él si quería arriesgar porque sabia que podrían vivir el mejor momento de sus vidas. Ella sentía muchas dudas y él le dijo que todo estaría bien con otro suave y delicado beso que hizo que ella entre en confianza. Esta vez sus dedos se cruzaron y caminaron juntos. En un jueves santo empezaron un viaje donde iba a primar el amor de ambos. Lo que pase después, en el camino, se lo dejaban al destino.