domingo, 23 de mayo de 2010

Siempre te veo y nunca te hablo

Dicen que en algún momento de la vida rutinaria, esos momentos por el cual uno pasa por el mismo lugar, ve a las mismas personas o hace las mismas cosas, hay algo que cautiva esa rutina y hace que nuestra vida gire 180 grados. Y en ese momento, un rostro nos hace girar la cabeza, desviar la atención y hacernos la pregunta de como así llegó a nuestra vida, como pudo pasar desapercibida después de tantos días de rutina. Ella simplemente estaba en la misma situación de uno: con su vida y rutina predeterminada. Solo él se dió cuenta de ella y no a la viceversa. Así pasaron los días y no cruzaban mirada.

Luego coincidieron en otro lugar y cruzaron mirada, sin saber que se habían conocido o visto anteriormente. Bueno quizás fue simplemente una persona más que estaba pasando y que quizás nunca más se cruzarían. Eso pasó un fin de semana y en un inicio de la siguiente semana, de nuevo a la rutina, él la volvió a ver y esta vez cruzaron mirada a lo que ella sonrió. Uno a veces espera eso, pero llegado el momento uno no sabe que hacer. Se confunde y se pregunta que hacer o que decir en un momento como ese o simplemente esperar a otra ocasión. Entonces, cada uno toma su rumbo y se apartan pero algo pasó y quizás no se puede dejar pasar por alto. Bueno y así pasaron los días y nada cambiaba: todo era lo mismo, ella sonreía y él también pero ni un hola se cruzaban. A veces decir una palabra es tan difícil porque para seguir la conversación o no saber como continuarla es algo complicado.

Parece que uno no sabe cuando su vida cambiara de un momento a otro, pero a veces queda la sensación de que hubiera pasado si se empieza una conversación y luego todo termina o peor si termina mal. A veces es mejor jugársela toda para no especular sino vivirla y dependerá de la vida si ambos están destinados a estar juntos o al menos que sus vidas se crucen en algún momento. La próxima vez hay que intentar ese hola y no quedarse con la duda.